Con esto se empieza a despejar la tradicional idea de que los buenos en matemáticas son los más inteligentes, concepto que desgraciadamente aún priva en muchas de nuestras escuelas y familias.
Cuando nuestro sistema educativo logre hacer de los procesos de enseñanza y de aprendizaje una práctica personalizada, será más común descubrir en cada niño cuáles son sus dotes personales, en qué campo del conocimiento se siente más a gusto, dónde puede realizar actividades con mayor facilidad y disfrute y permitirle el desarrollo de sus potencialidades.
Éste es uno de los aspectos de la superación en la calidad de la educación: hacer de la experiencia educativa de los alumnos un fomento de todas las posibilidades del ser humano: tanto físicas como intelectuales, emocionales, artísticas y científicas, que los lleven a tener un amplio campo de intereses, pero que al mismo tiempo la educación logre hacerse más personal para lograr que cada niño desarrolle aquello que lo hace más feliz y apto para su vida laboral, social y personal.
Una nota muy importante es que, durante la educación de niños y jóvenes, todas las inteligencias deben ser cultivadas en principio. Gardner dice que poseemos todo el espectro de inteligencias, pero conforme el chico vaya definiendo aptitudes que le son más afines, se le debe apoyar para que logre alcanzar aquellos conocimientos en los que se realice mejor como ser humano.
Esta visión plural de las inteligencias, aunque sólo es una propuesta, también es muy útil para descubrir las áreas donde un niño tiene menos interés o posibilidades de desarrollo, sobre todo cuando alguno de ellos falle en cierta materia específica, en vez de recalcarle lo que no puede hacer, se le debe de apoyar con ejercicios y actividades específicas de esa área que se le dificulta, y tratar de compensarlo.
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